domingo, 9 de marzo de 2008

Naturaleza pura


Buenas noches.
Lo primero pedir disculpas a todo el que esté al otro lado y estuvo pendiente del devenir de los hechos, pero esta noche por fin acabaremos con el relato del alumbramieto.
Pongámonos en situación.
Al llegar al hospital de nuevo, la médico de guardia nos confirmó que estábamos de parto.
Se nos condujo a una habitación con una cama donde estábamos solos los dos. En ese momento apareció la reencarnación de la madre tierra ante nosotros, un matrono, con voz dulce y gesto sereno. Nos preguntó si queríamos dar a luz allí mismo y en ese momento, Esther y yo nos miramos a los ojos y le contestámos que sí. Estábamos los tres solos, los tres luchando por el mismo fin, los tres sufriendo calor, los tres sufriendo dolor, los tres solos.
Tras un tiempo de agonía y viendo que no se conseguía nuestro objetivo, el matrono siempre con su arrebatadora tranquilidad nos volvió a preguntar si queríamos intentarlo de otra forma y de nuevo nos abandonamos a su sabiduría. Puso a Esther boca abajo y apollada sobre sus extremidades la incitó a seguir esforzándose para que pudiera sair nuestra pequeña. Naturaleza pura.
Yo, ensimismado por tal evento intentaba ayudarla con mi propio cuerpo y con gestos y palabras de lucha y de cariño. Naturaleza pura.
Pero no pudo ser, ese no era nuestro momento. El matrono nos mandó llevar al paritorio para que allí con menos calor y más ayuda pudieramos poner fin a tal sufrimiento (les recuerdo que la madre no tenía puesta la epidural).
Entonces la condujeron a la sala mientras a mí me hicieron esperar fuera, que sabio quien afirmó que la ignorancia es el peor de los males.
Cuando todo estuvo preparado volvieron a permitirme la entrada en la sala y pude asistir de nuevo al final del alumbramiento. Esther seguía sudando, esforzándose con toda su alma mientras se mantenía tan preciosa...
Al esta tremedamente fatigada, en este caso el médico al frente de la situación volvió a sacarme de la sala puesto que tendrían que ayudar a la madre y a la niña mediante una ventosa (instrumento normal en el parto).
Ya sólo pude entrar cuando todo pasó, pero eso si, justo cuando Alejandra vio su nuevo mundo yo ya estaba aferrado a la mano de su madre. Me la trajeron y me la dieron para que la abrazara. En ese momento mi estómago dió un vuelco.
Este ha sido el gran cambio en mi vida. Ahora lo único que nos queda es luchar para que la nueva familia siga adelante enfrentándose a cualquier adversidad.
De nuevo Naturaleza Pura.

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